Una persona egoísta cree que todos los sacrificios le son debidos.
Quien solo piensa en sí mismo, al final se pierde a sí mismo también.
El egoísmo mata silenciosamente el amor, el respeto y la confianza.

Si tu bondad solo te hace feliz a ti, no eres bueno para nadie más.
Caminar con una persona egoísta es como intentar correr con una sola pierna.
Quienes carecen de empatía algún día necesitarán comprensión.

El egoísmo no te hace estar en lo cierto, te hace estar solo.
El mundo no gira a tu alrededor; levanta la cabeza y míralo.
Si tu felicidad cuesta las lágrimas de alguien más, eso no es alegría, es orgullo.

Las personas egoístas quieren tener razón, no ser amables.
Los egoístas siempre tienen la razón porque no escuchan a nadie más.
Quien miente por su propio interés está condenado a perder la verdad.

Quienes interpretan todo a su manera terminarán solos algún día.
Quien hace el bien solo para sí mismo también propaga el mal.
El egoísmo es robar el camino de otros para alargar el propio.
Quienes no ven el valor que das siempre quieren más.
Los egoístas no saben amar, quieren poseer.
Si dices “yo” todo el tiempo, nunca digas “nosotros”.
Eres amado tanto como eres egoísta, ¿lo sabes?
Llorar por tu propio dolor sin respetar las lágrimas de otros no lleva a ninguna parte.
Quien solo es fiel a sí mismo no ha ganado la confianza de nadie.
El sacrificio unilateral se llama estupidez.
Vivir egoístamente es fácil, pero morir así duele.
Quien hace del egoísmo un hábito olvida la amistad.
Quienes toman su voz interior por la voz de todos nunca la escuchan.
El corazón de un egoísta no contiene amor, solo cálculos.
Quien guarda silencio por interés ha perdido la voz más fuerte: su conciencia.
Quien actúa egoístamente huye más de su propio reflejo.
Quienes solo se conforman con recibir nunca encontrarán nada.
Existes, está bien… Pero no actúes como si los demás no existieran.