A menudo fuimos malinterpretados porque muchos confundían la cortesía con la debilidad.

Ser cortés no es difícil; ser humano es suficiente.

Eleva tus palabras, no tu voz; las tormentas embarran, los vientos no.

El respeto no es barato; se da a quienes lo merecen.

El carácter es hacer lo correcto incluso cuando estás solo.

Un hombre de verdad no endurece su corazón, pero tampoco deja entrar a cualquiera.

Si estoy en silencio, significa que estoy cuidando cosas por dentro. No es miedo ni aceptación… es simplemente respeto.

La cortesía no es debilidad, es la confianza silenciosa de la fuerza.

Lo que es correcto para mí no tiene que gustar a todos.

Si mi nombre se menciona en algún lugar, allí hay respeto o silencio.

No hago las reglas, pero no pierdo el juego que juego.

Aprendí cuándo inclinarme, no cuándo levantarme. Por eso me mantengo firme.

Los que tienen un lugar a mi lado no hablan a mis espaldas.

Si esperas respeto, primero debes mostrarlo tú mismo. El carácter no se cambia.

Un hombre con dignidad no necesita levantar la voz.

No respondo a los que hablan a mis espaldas. Ya están atrás.

No proyectamos sombra sobre nadie, pero tampoco dejamos que bloqueen nuestro camino.

Guardé silencio porque no valía la pena explicar.

Si tu corazón es limpio, tu lengua no trabaja demasiado. Porque primero pesas tus palabras en tu alma.

Mis palabras son pocas, pero mi significado es pesado. No todos pueden llevarlo.

Sé todo, pero primero sé un hombre. Los títulos vienen después.

Muchos sonrieron a mi cara, pocos tocaron mi corazón.

Perdono, pero no olvido. Porque perdonar no es lo mismo que olvidar.

La cortesía no está en el silencio; es saber cuándo hablar.

Mantenerse firme no es rebeldía contra otros; es respeto por uno mismo.

Cuando un hombre se convierte en hombre, elige la cortesía. Porque sabe: las palabras dejan huellas, no las voces.

No todos me entendieron porque no era como los demás.

La relación más valiosa es cuando se entienden sin palabras. Porque la sinceridad también oye el silencio.

Para algunas personas, mantenerse alejado no es enojo, sino autoprotección.

No hablé porque no había un hombre que valiera la pena explicar.

No siempre digo toda la verdad. Porque algunos no pueden soportar el peso de la realidad.

Elegí mi camino; saludo a los que no proyectan sombra.

El camino que camino es estrecho, pero el caminante es conocido.

No todos a quienes respeté fueron dignos; nunca comprometí mi carácter.

Algunos sonrieron a mi cara, pero nunca hablé a sus espaldas.

Quienes conocen su valor no se tambalean por las palabras de otros.

Mi postura está oculta en el silencio; aprendí la hombría no gritando, sino tragando.

La desvergüenza se convirtió en profesión; todavía buscamos carácter.

Ni hablamos demasiado ni demasiado poco. Sabíamos nuestro lugar.

Cuando se cruzan los límites del respeto, el silencio termina.

La hombría es mantenerse firme incluso cuando estás solo.

El espejo de una persona no son sus palabras, sino su postura.

No me inclino ante nadie, pero aplaudo el respeto de pie.

Los que intentaron bloquear mi camino no habían caminado tanto como yo.

No estoy resentido con nadie. Simplemente saqué silenciosamente a algunos de mi vida.

No llevo demasiada esperanza hacia adelante ni amargura hacia atrás. Me mantuve equilibrado, me mantuve humano.

La grandeza no viene con voz alta sino con un corazón noble.

No todas las sonrisas contienen paz. Algunas son despedidas silenciosas.

No grito, pero mi presencia habla.

Escucha mi postura, no mi voz. Algunos hombres hablan no con palabras sino con su ser.

El carácter es elegir lo correcto incluso cuando estás solo.

Camino despacio pero nunca camino hacia atrás.

Aprendimos a ser hombres no en la calle, sino en el espejo.

La firma de un hombre de verdad es su palabra.

El silencio a veces es una respuesta, pero no todos lo entienden.